Según denuncia este artículo publicado en ITespresso, el diseño de las aplicaciones informáticas, pensadas en su mayoría para trabajar en un servidor sin otras compañeras de viaje, hace que el gasto en hardware y el consumo de energía se multipliquen.
Incluso los procesadores de última generación no son capaces de adaptar fielmente su consumo de energía al uso que se le está requieriendo. Eso hace que aquellas aplicaciones que requieren su propio servidor dedicado impidan aprovechar al máximo los recursos de un servidor, resultando en un consumo total de energía mucho más elevado del que sería estrictamente necesario.
La virtualización está permitiendo corregir en parte estos desaguisados, pero no hace milagros. Que ahora sean necesario tener un procesador de doble núcleo y 1 GB de RAM para mandar correos, navegar y escribir cartas tiene narices. A eso no lo llamo yo eficiencia.
lunes, 7 de junio de 2010
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